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Nueva Economia Speech 2014 spanish

Crecimiento económico y el G20. ¿Cómo lo llevaremos a cabo?
Jane Hardy, Embajadora de Australia en España
Nueva Economía, 10 julio 2014

Es un placer estar hoy en el foro de Nueva Economía. Además, es un gran honor para mí ser presentada por el Señor Álvaro Nadal Belda, Director de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno.

Álvaro Nadal ha sido muy importante para nosotros. Ha desempeñado un influyente papel en las deliberaciones de las reuniones oficiales del G20, foro que Australia preside este año. Le escuchamos con atención y valoramos sus consejos e ideas.

Gracias, Álvaro, por tu atenta presentación.

Hoy quiero centrarme en el G20 y en cómo podemos cumplir con nuestros objetivos colectivos del G20 cuando los líderes, entre ellos el Presidente Rajoy, se reúnan en la cumbre del G20 en Brisbane en noviembre.

Pondré nuestra perspectiva en contexto.

Durante los últimos treinta años, Australia ha estado muy involucrada en el desarrollo de la arquitectura política y económica de nuestra región: Asia-Pacífico.

Queremos asegurar que esta arquitectura esté vinculada al grupo europeo y a otros grupos regionales y globales. Entre ellos está el G20.

Observamos que algunas de las principales organizaciones internacionales están luchando para adaptarse a nuevas realidades: el ascenso de las nuevas potencias económicas (especialmente China, India, Brasil e Indonesia), pero también de los países en rápido desarrollo en nuestra región como Vietnam, Filipinas, México y Chile.

Estamos presenciando un cambio drástico en el centro global de la gravedad económica, que está volviendo a su histórica ubicación en la región Asia-Pacífico.

La economía asiática ya constituye un cuarto de la producción económica global, y se espera que crezca hasta ser más de la mitad de la economía mundial para dos mil cincuenta.

La clase media asiática podría pasar a ser más del triple: de quinientos veinticinco millones de personas en dos mil nueve, a mil setecientos millones en dos mil veinte, y casi volver a doblarse hasta los tres mil doscientos millones en dos mil treinta.

Hay aspectos positivos y negativos en los que pensar. Esta enorme clase media demandará distintos tipos de bienes y servicios, muchos de los cuales producimos los países “occidentales”.

Pero el crecimiento de la productividad no seguirá necesariamente al crecimiento del PIB en estos países. En las economías avanzadas, incluyendo la nuestra, el crecimiento del PIB por hora trabajada se ha reducido durante los últimos diez años.

No está claro si la productividad puede seguir creciendo al ritmo que lo hacía en décadas pasadas, aunque España ha marcado un importante ejemplo. Creemos que el aumento de productividad en España y sus crecientes exportaciones en años recientes están ayudando al país a salir de la crisis.

Globalmente, han surgido nuevos patrones: un cambio drástico, la dispersión del poder económico y un debilitamiento de las antiguas certezas geo-políticas. Pero sobre todo, una mayor inter-conexión entre las economías del mundo.

La crisis financiera global ha demostrado más allá de toda duda que las fronteras nacionales ya no pueden proteger a los ciudadanos de un país del impacto de las políticas y acciones de otro.

Los países necesitan encontrar nuevas maneras de trabajar juntos para superar las crisis.

El actual sistema multilateral de instituciones nos ha funcionado bien desde la Segunda Guerra Mundial. Pero es un sistema que, en muchos aspectos, refleja las realidades de los años de post-guerra, más que del siglo veintiuno.

El G8 ha cedido terreno al G20, dado el historial del G20 en respuestas ágiles y, en nuestra opinión, eficaces a la crisis económica global.

Las instituciones financieras como el FMI han introducido cambios que reconocen las nuevas relatividades de poder, pero hay que ir más allá.

Las negociaciones comerciales de la Organización Mundial del Comercio
en la Ronda de Doha se han debilitado, aunque sí vimos un avance en el acuerdo de facilitación de comercio de la OMC en Bali, el pasado diciembre.

Las negociaciones sobre cambio climático aún tienen que generar la acción global que necesitamos. Y la reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas está más lejos que nunca.

Las instituciones regionales han evolucionado en Asia durante los últimos treinta años, y grupos trans-regionales como el G20 tendrán un mayor papel global en la forja de consultas y cooperación.

España ha estado en el proceso del G20 desde sus inicios, como “invitado permanente”. Las principales empresas españolas forman parte de un grupo llamado B20, que se relaciona con gobiernos del G20 en nombre de la comunidad empresarial internacional. Tenemos mucho interés en escuchar sus puntos de vista y les animamos a proporcionar ideas prácticas desde el mundo de los negocios a través del liderazgo australiano del B20. Las aportaciones del B20 a las deliberaciones del G20 nos ayudan a entender y poner en práctica las claves para el crecimiento, el empleo y la prosperidad sostenible.

España también participa en varios de los otros grupos no-gubernamentales que han crecido alrededor del G20 desde su comienzo. Estos foros representan los intereses y preocupaciones de la sociedad civil, la juventud, los think-tanks, el mundo académico y el ámbito laboral. Al igual que el B20, las contribuciones de estos grupos nutren el trabajo del G20 mediante reuniones y consultas con sus grupos de trabajo.

¿Cómo funciona esto en la práctica?

Puede que hayan oído dudas sobre si el G20 es capaz de coordinar políticas con visión de futuro, teniendo en cuenta que cada año preside el grupo un país diferente. El mecanismo de coordinación es una “troika”, es decir, los países anfitriones de los años anterior, actual y futuro se consultan y coordinan, cubriendo así un periodo de tres años. Este año Australia se está esforzando mucho en dar continuidad y consistencia a los objetivos clave del G20.

Permítanme remontarme al momento en el que, en nuestra opinión, el G20 empezó a demostrar su valía. El G20 fue fundado en 1999 entre los ministros de economía de las mayores economías del mundo. Buscábamos garantizar que hubiera una representación equilibrada de países de regiones emergentes en la mesa, dada su importancia para la economía global. La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, el Consejo de Cooperación del Golfo y la Unión Africana también estaban entre los invitados.

El gran valor del G20 reside en su naturaleza directa entre gobiernos. Los líderes también entendieron esto, por lo que comenzaron a reunirse cada año durante los días más oscuros de la crisis financiera global (2008-2009). Aquel momento requería una acción y un liderazgo globales con urgencia.

Además, muchos reconocen que las cumbres del G20 en Pittsburgh y Londres obtuvieron resultados en varios frentes en aquel momento crítico: detener la rápida caída de la economía global, establecer un marco entre los países para coordinar políticas de crecimiento y dar ímpetu a la reforma de reglamentos financieros nacionales y globales.

Desde aquel exitoso inicio como foro de líderes, el G20 se ha consolidado como un órgano que toma decisiones y coordina políticas entre los líderes (jefes de gobierno), ministros de finanzas, gobernadores de bancos centrales, ministros de comercio y otros miembros de gobiernos, incluyendo de agencias de desarrollo y cooperación, inversión y energía.

La agenda está llena, y hay canales de trabajo específicos entre estos funcionarios y con los miembros invitados. Este año, como anfitriona, Australia ha invitado a Singapur y Nueva Zelanda a que se unan a nosotros, junto con España y las presidencias de ASEAN (Myanmar), la Unión Africana (Mauritania) y NEPAD (Senegal).

También participan anualmente el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, la Organización Mundial del Comercio, el Foro de Estabilidad Financiera, las Naciones Unidas y la Organización Internacional del Trabajo. Estos grupos asisten a las cinco reuniones de Ministros de Economía y Finanzas del G20 cada año.

De esta forma, los principales órganos económicos con poder de decisión y asesoramiento se reúnen de forma regular para evaluar el desarrollo y hacer avanzar las reformas.

Los miembros del G20 representan el 85% de la economía mundial, el 76% del comercio y dos tercios de la inversión extranjera directa. Hay tanto economías avanzadas como emergentes, y más de la mitad de los pobres del mundo viven en países del G20 (especialmente en India, China e Indonesia). Las decisiones de los líderes del G20 afectan a la manera en que comerciamos, invertimos y nos relacionamos con los demás en todo el planeta.

Sin embargo, a pesar de su fuerza económica, el G20 sigue siendo lo suficientemente pequeño y ágil para afrontar asuntos difíciles que grupos globales más grandes (y más pequeños, como el G7) no pueden.

Se ha erigido en órgano rector global, como lo requieren los buenos y los malos momentos, para gestionar tanto los desafíos como las oportunidades.

El Primer Ministro de Australia, Tony Abbott, dijo en el Foro Económico Mundial de Davos en enero, que es más fácil ser optimista este año. Se prevé que el crecimiento de Estados Unidos se eleve a cerca del 3%, con la creación de un millón de nuevos puestos de trabajo. El crecimiento de China se está moderando, pero se mantiene por encima del 7%. La Eurozona por fin está volviendo a crecer, y en junio España ha acumulado su cuarto trimestre consecutivo de crecimiento.

Pero la recuperación mundial todavía es frágil. La taper de Estados Unidos está requiriendo una gestión hábil. Cerca de trescientos millones de jóvenes en todo el mundo no estudian ni trabajan, y la economía mundial necesita treinta millones de trabajos más para volver a los niveles de empleo de antes de la crisis financiera global.

El reto en todas partes es promover un crecimiento y empleo sostenibles impulsados por el sector privado, evitando la acción por la acción del government-knows-best.

Hay muchos desafíos que podrían beneficiarse de la atención de los líderes del G20. Pero, para aprovechar al máximo nuestra oportunidad como anfitriones, Australia se está centrando en los asuntos de mayor importancia, en los que se pueden iniciar o continuar avances prácticos. Estamos basándonos en los resultados de la presidencia rusa de 2013 y consolidando la agenda principal en torno a estos dos temas:

• Promover mayores resultados en crecimiento económico y empleo.
• Hacer que la economía global sea más resistente para afrontar futuros impactos.

No hay lugar para la autocomplacencia. Aunque estos temas parezcan directos y razonables, llevarán tiempo y requerirán un diseño detallado, colaboración y compromiso.

En un gran paso adelante en Sídney, el pasado febrero, los ministros de finanzas del G20 y los gobernadores de los bancos centrales decidieron poner un número concreto a sus aspiraciones. Se comprometieron a implantar políticas para elevar nuestro PIB colectivo más del 2% sobre la trayectoria prevista con las actuales políticas durante los próximos cinco años.

Dicho de otro modo, estas políticas podrían generar más de dos trillones de dólares americanos en la actividad económica real, así como decenas de millones de nuevos puestos de trabajo.

Los países del G20 se han comprometido con políticas que impulsen nueva inversión privada, especialmente en infraestructura. Para España, que cuenta con grandes infraestructuras, el objetivo no es tanto la actividad en el país sino las abundantes oportunidades que sus empresas de construcción, tecnología y energía están aprovechando en América Latina, Asia y África. Y también en Australia.

Los ministros de finanzas del G20 también se comprometieron a aumentar el empleo. Debemos incrementar la participación de la población activa, y estamos decididos a aumentar el comercio en todo el mundo. España tiene mucho que aportar en este tema, con superávit en 2013 y una reducción en el déficit presupuestario, gracias al despegue de la inversión extranjera.

El empleo y el comercio no sólo tienen el potencial de estimular el crecimiento interno, sino que tienen efecto más allá. Es decir, que las reformas internas en un país tendrán un efecto positivo en las tasas de crecimiento de otros miembros del G20. Y, como los miembros representan el 85% de la producción mundial, también tienen un efecto positivo en la economía global más amplia.

Además, los ministros de finanzas del G20 han acordado trabajar más en la mejora de nuestras estrategias fiscales. Australia se propone muy seriamente poner su presupuesto en el camino de la sostenibilidad. No impondremos a otros miembros lo que nosotros mismos somos reacios a llevar a cabo.

En Sídney, los ministros de finanzas del G20 se centraron en las políticas monetarias de las economías avanzadas. Reconocieron que la política monetaria necesita seguir siendo acomodativa en muchas economías avanzadas, pero debería normalizarse en su debido momento. Y ese momento dependerá de la perspectiva de estabilidad de precios y crecimiento económico.

También se avanzó en un plan fiscal global basado en la erosión de la base impositiva y transferencia de beneficios y la comunicación de datos entre jurisdicciones.

Todos nuestros bancos centrales en el G20 mantuvieron su compromiso, por el que las políticas monetarias seguirán siendo calibradas con atención y comunicadas con claridad. Y fueron más allá, dejando claro que intercambiarían información, conscientes del impacto de sus acciones en la economía global. Esto envió una señal muy clara: no queremos sorpresas.

En los últimos meses, los Sherpas del G20 (como Álvaro, que son los representantes personales de sus jefes de gobierno) han sentado las bases de las políticas y buscado consenso en asuntos que se llevarán a la Cumbre de Líderes en noviembre. Están profundizando en las cuestiones normativas fundamentales para lograr el crecimiento económico:

• Inversión en infraestructura
• Comercio y competencia
• Políticas de empleo que incluyan la participación de la población activa
• Cambios en los mercados de la energía y su interrelación con el crecimiento económico

Todos los miembros del G20 están trabajando en una Estrategia Nacional de Crecimiento, es decir, una explicación sobre el marco y los objetivos de sus políticas internas, diseñadas para reactivar un crecimiento económico sostenible y productivo. Y, de este modo, contribuir al objetivo de elevar el crecimiento global más de un 2%, además de impulsar el desarrollo.

Somos conscientes de que habrá distintos retos y estrategias en cada país; no existe una solución única para todos. Pero es importante entender que todos los miembros del G20 están de acuerdo en los temas principales y en el objetivo del crecimiento real.

Disponemos de mecanismos de colaboración y consulta, no una elaboración de tratados estricta. El diseño, promulgación e implementación del Derecho Internacional requiere décadas, como la Unión Europea quizá comprende mejor que cualquier otro miembro. Hoy en día, con nuestras diferentes características, intereses y retos, necesitamos una forma más rápida y flexible de conducir nuestros países afines hacia nuestros objetivos globales compartidos.

La prioridad más inmediata de la presidencia de Australia del G20 es centrarnos en cómo completar la recuperación de la crisis económica.

Como dijo el Primer Ministro Abbott en Davos, el G20 se trata ante todo de personas, no de gobiernos.

Nuestra tarea es crear oportunidades para que los ciudadanos de países del G20 y no del G20 por igual puedan crear mejores vidas para sí mismos.

Pero bajo este reto hay asuntos de más largo plazo que considerar: asuntos que debemos resolver si queremos que el crecimiento que perseguimos ahora sea sostenible en el futuro:

• ¿Cómo podemos transitar con calma y eficacia en medio de las enormes transformaciones económicas y geoestratégicas que tienen lugar actualmente?

• Y, ¿cómo podemos dar forma a instituciones que generen respuestas realmente globales a los retos a los que nos enfrentamos colectivamente?

A Australia le complace estar trabajando con España este año en estos asuntos, durante nuestra presidencia del G20.

Muchas gracias.