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Estos artículos fueron publicados en el periódico Expansión por la periodista Consuelo Calle durante la semana del 14 al 21 de julio de 2007, bajo el antiguo gobierno australiano de John Howard. Tratan sobre los progresos económicos más recientes registrados en Australia y sobre las oportunidades de expansión para las empresas españolas interesadas en operar en la zona de Asia-Pacífico. Hay, además, artículos sobre las políticas australianas hacia la inmigración así como sugerencias para aquellos turistas españoles que deseen viajar a Australia.

Secretos y retos del "lucky country"

Expansión, sábado 14 de julio de 2007

EXPANSIÓN inicia hoy una serie diaria de siete capítulos sobre la economía australiana, que vive un boom sin precedentes, tras dieciséis años de crecimiento ininterrumpido a una tasa del 3,5%. China ha sido su principal motor por la demanda de materias primas.

Australia es conocido como el lucky country o país afortunado porque lleva dieciséis años de crecimiento económico, con una tasa media del 3,5%. La inflación está en el 2,5% y el paro, en el 4,2%, los niveles más bajos en treinta años. ¿Cuál es la clave de su éxito? ¿Qué le hace resistente a las crisis? ¿Tiene fuelle para seguir creciendo? Ésas son las preguntas que se hacen los economistas que han analizado este país de corta historia -la nación se creó en 1901-, pero vertiginoso cambio. Un país construido a base de inmigración -primero, europea y, luego, asiática-, con gran riqueza multicultural aunque, como parte de la Commentwealth, rezuma sabor británico. Ahora, busca su sentido en la región Asia-Pacífico, pero también mira a Europa y al resto del mundo.
"Somos un país de perfil alto y riesgo bajo, con la ventaja de estar cerca de Asia. Queremos atraer grandes compañías y multinacionales que quieran hacer negocios aquí y en Asia", dice Barry Jones, consejero delegado de Invest Australia, una agencia del gobierno que se dedica a promover y atraer inversiones. "Si quieres fabricar ropa barata, éste no es el sitio, pero sí para otros negocios y servicios. Lufthansa, por ejemplo, acaba de abrir un call center porque aquí tenemos más especialización y gente que habla japonés, cosa que en India no ocurre", añade Jones.
El Gobierno australiano, desde hace once años presidido por el liberal John Howard, no oculta su interés por atraer más compañías extranjeras que aviven la competencia, especialmente en infraestructuras, transporte, energía y agua, los sectores que ahora ofrecen más oportunidades. Australia se define como un país abierto, aunque en realidad todavía hay mucho nacionalismo que se ve tanto en la ventaja que supone ir de la mano de un socio local, como en la gran aceptación que tienen los productos de consumo made in Australia.

Presencia española
Australia está atrayendo cada vez a más empresas españolas: allí operan unas 50, entre otras, Santander, BBVA, Acciona, Freixenet, Sice, Comsa y Astralpool. Navantia acaba de ganar un contrato de 1.200 millones de euros para el Ministerio de Defensa y Zara es la gran ausente, aunque se la espera con mucho interés.
Australia apenas cuenta con 21 millones de habitantes (menos de la mitad que España, pese a ser quince veces más grande) por lo que sus industrias viven necesariamente de la exportación.
Es de los mayores exportadores del mundo de carbón, mineral de hierro, plomo, ternera, lana y trigo. También tiene importantes reservas de gas natural y, sobre todo, uranio. El comercio internacional tiene tal peso que Asuntos Exteriores y Comercio están aglutinados en un ministerio.
Lo primero que llama la atención de Australia es su control (pese a que sus ciudadanos no tienen DNI) y su orden. Es un país en el que todo el mundo respeta las reglas. Casi nadie fuma y quien lo hace en la calle tira la colilla en los ceniceros públicos.
Nadie se salta las normas de tráfico. Ni ésas, ni otras. Quizá, porque van acompañadas de severas medidas para los infractores.
"Aquí no es como en España. Las multas de tráfico, por ejemplo, si no las pagas a la primera, te llegan de nuevo pero por el doble, y luego por el triple y, si no pagas, puedes incluso acabar en la cárcel", explica Carlos González, un español que emigró a Australia en los años sesenta y tiene su propia constructora.
El país implantó el carnet por puntos hace veinte años.

Solidez financiera
Esta forma de ser tiene mucho que ver con el éxito económico de Australia, uno de los países del mundo con mejores finanzas públicas: ha eliminado la deuda pública neta y cuenta con un superávit presupuestario del 1,4% del PIB. Su solidez económica se debe, en mucho, a las reformas estructurales -laborales, fiscales y de apertura de mercados- aplicadas en los ochenta y noventa.
Entonces, se implantó un sistema de ahorro obligatorio para la jubilación, superannuation fund, que, además de aligerar la carga del Estado para las pensiones públicas, ha propiciado el desarrollo de un sistema financiero muy dinámico en la gestión de fondos y es, en parte, la clave que está detrás de la gran capacidad financiera de una de las compañías australianas más conocidas en Europa: Macquarie.
Las reformas, unidas a la fuerte inversión en I+D+i -un dato ilustrativo, el parlamento australiano no tiene taquígrafas sino sistemas de reconocimiento de voz-, sentaron las bases para un crecimiento económico sostenido que, estos últimos años, ha encontrado su mayor empuje en la globalización. Hoy, hablar de Australia es hablar de globalización. "Muchas economías del mundo se están viendo afectadas por ese fenómeno, pero ninguna ha conseguido como Australia adaptarse a él y explotar todos los beneficios", dice Mark Thirlwell, economista del think tank australiano Lowy Institute for International Policy. Australia ha hecho de China su principal motor exportador: allí envía buena parte de su carbón y mineral de hierro -sus principales exportaciones-, hasta el punto de que China ha desplazado a EEUU como su segundo socio comercial. Japón sigue siendo el primero.
Este crecimiento de las exportaciones, que ha disparado el déficit de la balanza comercial hasta un 5,6% del PIB, ha ido ligado a la demanda china y al boom del precio de las materias primas o commodities. Ese fenómeno ha añadido un punto de crecimiento económico en los últimos años. Y, precisamente, ésa es la principal incógnita que ahora pesa sobre el país. Hasta qué punto la suerte de Australia -y de su economía- está ligada al boom del gigante amarillo. Sin embargo, un análisis más detallado muestra que Australia no es tan dependiente de China como parece. Y, aunque la minería y la agricultura tengan un elevado peso en sus exportaciones (45% y 15%, respectivamente), sólo suponen el 5% y 3% del PIB.
Los servicios son el principal pilar de la economía australiana (77% del PIB) de ahí que uno de sus más inmediatos desafíos a corto y medio plazo, además de aumentar la productividad y contener presiones inflacionistas -ahora, es más fácil encontrar empleo que los trabajadores necesarios-, sea el dotarse de nuevas y mejores infraestructuras para preservar su crecimiento en el futuro. Si no, corre el riesgo de morir de éxito.

¿Una puerta hacia Asia?
Cuando uno visita alguna de las grandes ciudades de Australia, no le cabe duda de que es un país totalmente enfocado hacia Asia.
Y no sólo por la cantidad de restaurantes chinos, tailandeses e indios, entre otros, que hay por todos lados, sino porque de ahí es de donde ha llegado -y está llegando- la principal oleada de inmigrantes en los últimos años. Es más fácil encontrar folletos en japones, tagalo, indonesio o chino que en español. Australia vive Asia Pacifico y, por supuesto, China, como su gran oportunidad.
Y ésa puede ser su gran baza futura porque, como apuntan en el think tank Lowy Institute for International Policy, "la economía global tiene cada vez más fachada asiática y menos de EEUU, Europa o América Latina". En un tiempo, la influencia de EEUU en el mundo se reducirá tanto como su peso en la economía global y quien esté más cerca del gigante amarillo más podrá influir en él. Y China se siente más cómoda hablando con Australia que con EEUU o con la otra gran potencia asiática, Japón. Australia debe andar con pies de plomo para mantener su histórica alianza con EEUU sin alejarse de China, de quien cada vez depende más económicamente. Quizás, en el futuro, lo que deba replantearse son sus alianzas internacionales.
Un país enorme, pero un mercado pequeño, hace de la exportación una necesidad empresarial.
En Australia, ahora es más fácil encontrar empleo que los trabajadores que se necesitan.
El Gobierno quiere atraer más grupos extranjeros para avivar la competencia en sectores clave.

Urgente: se necesitan infraestructuras

Expansión, lunes 16 de julio de 2007


Puertos, trenes, carreteras... Australia necesita aumentar y mejorar su red de infraestructuras de forma urgente, un negocio que EXPANSIÓN analiza en el segundo capítulo de la serie diaria de siete entregas sobre la economía de ese país.
Australia tiene una imperiosa necesidad de dotarse de nuevas y mejores infraestructuras. "Nuestra capacidad está siendo utilizada al 83%, el nivel más alto desde finales de los noventa. Por ejemplo, para conseguir materiales para la construcción, hay una importante lista de espera", apunta Robert Henderson, economista jefe de National Australia Bank (NAB).
Los cuellos de botella que se crean en los puertos cuando los barcos tienen que esperar, a veces hasta un mes, para cargar las materias primas que van a salir al exterior es, con frecuencia, noticia y tema de conversación en el país. Lo mismo que los problemas de tráfico en algunas ciudades, sobre todo, en Sydney. Hace falta más capacidad en los puertos, más ferrocarriles, más carreteras, más y mejores autopistas y más capacidad logística para dar salida a los productos.

Privatizaciones
El presupuesto del Gobierno federal para el ejercicio en curso, 2007-2008, prevé una inversión de 22.300 millones de dólares australianos (13.980 millones de euros) para infraestructuras en transporte ferroviario y carreteras. Cifras similares manejan algunos Estados. The Economist vaticina nuevas privatizaciones en los próximos años tanto de proyectos, como de gestión de los mismos.
En sus últimos informes sobre Australia, la OCDE pone énfasis en impulsar la eficacia y la competencia en transporte, electricidad, agua y telecomunicaciones. Un problema era que, hasta hace unos años, gobierno federal y regionales hacían la guerra por su cuenta.
Ahora, actúan de forma más coordinada en la regulación de los servicios de infraestructuras de contenido nacional, aunque todavía hay mucho por mejorar. Al igual que en la burocracia.
Si uno quiere entrar en infraestructuras o construcción en Australia, debe cambiar la mentalidad, abrir una oficina, buscar un socio local y armarse de paciencia, porque los proyectos llevan su tiempo desde que se anuncian hasta que ven la luz. "A veces, te desesperas. En algún edificio, he tardado cinco años en conseguir la aprobación total", dice Carlos González, un constructor español.
El Gobierno quiere atraer más grupos extranjeros para avivar la competencia.

El interés de ACS
La mayor constructora australiana es Leightong, cuyo mayor accionista es la alemana Hochtief, en la que la española ACS ha adquirido un 23% del capital. Directivos de ACS están visitando Australia para detectar oportunidades en carreteras. FCC también se ha interesado.
"Ir con un socio local es importante. Te abre muchas puertas y te permite saber qué teclas debes pulsar porque aquí hay muchas cosas que funcionan de forma distinta a España", dice Kerman Gutiérrez Arechederra, el hombre de la constructora catalana Comsa en Australia.
Comsa, que creó en 1992 su filial MVM Rail para desarrollo ferroviario, dio entrada el año pasado en la compañía a la australiana Macmahon, con el 60% del capital. "Estamos creciendo mucho más, porque aprovechamos las sinergias y somos muy complementarios: nosotros estamos en el ferrocarril y ellos en obra civil" dice Tony Perkovic, director de Operaciones de MVM Rail.
"Aquí salen menos concesiones que en España, pero los contratos son más grandes y, en lugar de estar definidos desde el principio, se han diseñado con el cliente y con los otros socios. No se trata de tirar los precios como en España y los riesgos están más acotados, aunque hay que cumplir muchos objetivos de calidad, eficiencia y seguridad", añade. Comsa tiene tres grandes proyectos allí: renovar la línea ferroviaria entre Sydney y Melbourne (700 millones de dólares) conectar dos barrios de Sydney (350 millones) y un enlace ferroviario en Queensland (250 millones).
Ahora, espera nuevos proyectos y que se abran oportunidades en algunos estados como para hacerse con la gestión -actualmente, en manos de las autoridades- de infraestructuras ya construidas.
Cada día, surgen nuevas ideas, como enlazar Australia por tren de este a oeste, pero en un país tan despoblado no todo tiene sentido económico.

Peaje español
Sice es otra empresa española que está trabajando en Australia y que, como Comsa, cree que el país es una puerta a Asia. "Desde aquí, es más fácil saltar a Asia. Los australianos están acostumbrados a hacer negocios con China, por ejemplo", explica a Diego A.
Martínez, director general de Sice en Australia. Esta empresa, especializada en sistemas inteligentes para el transporte y sistemas de control medioambiental, gestiona desde Australia un contrato de transporte en Vietnam.
Sice está instalando en una autopista de Melbourne un sistema muy avanzado para el control del tráfico: los datos del coche son captados por cámaras y la factura se envía al domicilio del usuario sin que tenga que detenerse a pagar. Tiene capacidad para registrar cinco millones de coches diarios. Sistemas como éste sólo existen en Canadá, Israel, Chile y, ahora, Australia.
"Para que funcione, tiene haber un entorno legal recaudatorio establecido", explica Martínez. Sice espera que el proyecto le abra las puertas a más contratos en Sydney, Brisbane y Adelaide.
Y no descarta entrar también en otras actividades como gestión de aguas.

Edificios con nombre español
Uno de los hombres que ha vivido de cerca el boom de la construcción de los últimos años en Australia es Carlos González, un español que emigró en los años sesenta y que, tras empezar desde abajo, ha montado una compañía que ya se embarca en obras de más de cien millones de dólares. "A los ocho meses, ya me establecí por mi cuenta con unos 20 empleados griegos, italianos, españoles y yugoslavos. Había que hablar un poco de todo para hacerse entender", recuerda. González se dedica a la construcción de viviendas de altura -les pone nombres españoles como El Prado, Torres Blancas o El Escorial- en un país en el que sigue primando la casita de una sola planta. "La altura siempre ocasiona quejas y más gestiones, pero se van admitiendo", dice. Su proyecto actual, Torres Blancas, tiene 10 pisos de alto, pero le hubiera gustado que fuera el doble. Su gran sueño ahora es construir un gran centro con un gran hotel de cinco o seis estrellas, comercios, cines, gimnasio, residencia de ancianos, piscina... y 400 apartamentos, un proyecto en el que invertirá más de 700 millones de dólares.
Le gustaría que lo diseñara el arquitecto Enrique Calatrava.
González, que se sorprende porque en España todavía se utilice el ladrillo en vez de las placas de hormigón y por las débiles medidas de seguridad en la construcción, ha aprendido a convivir con los problemas que la burocracia y el excesivo papeleo que acarrea su negocio en Australia y hasta con los sindicatos, muy fuertes en construcción y, más, en Melbourne.
El Gobierno federal invertirá 22.300 millones de dólares en infraestructuras este ejercicio fiscal.
En las concesiones australianas, no se tiran los precios como en España y hay menos riesgos.

Energías verdes por el cambio climático

Expansión, martes 17 de julio de 2007

Las consecuencias del efecto invernadero preocupan mucho en Australia, incluso a nivel popular. Por eso, el Gobierno quiere impulsar el desarrollo de las energías renovables, donde Acciona está creciendo con fuerza.

El cambio climático es un asunto que preocupa -y mucho- a los australianos porque sufren como ningún otro continente los problemas de la sequía y los arbitrarios cambios meteorológicos ocasionados por el efecto invernadero. No es extraño, por tanto, que el cambio climático sea un asunto clave en la campaña electoral para la cita en las urnas antes de fin de año.
En el fondo, subyace la necesidad de hacer una mejor gestión del agua y de potenciar las energías renovables. El sector más contaminante de Australia es la energía, responsable del 69% de las emisiones de CO2. No hay que olvidar que el carbón es su principal fuente energética: representa casi la mitad de la producción. De ahí que, además de introducir técnicas más limpias en la extracción de este mineral, el país apueste por aumentar el peso de las energías renovables, ahora apenas el 2% de la producción, aunque el Gobierno se ha propuesto duplicar su peso de aquí a 2010.
Ahí está Acciona, presente en Australia desde 2004, con su filial EHN, dos parques eólicos ya en marcha y muchos proyectos y ambiciones en cartera. "Nosotros somos líderes en renovables y el nombre de Acciona ya es conocido aquí", dice Brett Thomas, director general de Acciona en Australia. En 2005, intentó sin éxito comprar la australiana Pacific Hydro, pero un fondo de pensiones se cruzó en su camino con una contraopa más cara y Acciona se retiró. "Pacific Hydro casaba muy bien con nosotros, sobre todo, por sus activos en Chile, pero no pudo ser porque el precio se disparó demasiado", recuerda Thomas. "Ahora, no buscamos compras porque tenemos proyectos suficientes en perspectiva como para doblar nuestra capacidad instalada hasta los 400 megavatios en los próximos años", explica. En centrales hidroeléctricas, no hay muchas oportunidades porque las principales plantas ya están desarrolladas, pero en otras energías renovables esperamos nuevos proyectos", dice.

Energía solar y nuclear
La energía solar también es una industria en crecimiento en Australia.
El Gobierno tiene en marcha cuatro proyectos piloto para desarrollar ciudades solares en Adelaide, Townsville, Blacktown y Alice Springs, con la instalación de 3.200 placas solares fotovoltaicas. También hay proyectos en las comunidades indígenas.
Algo mas desarrollado esta el biofuel, es decir, obtención de energía (bioetanol y biodiesel) de los productos agrícolas. Pero, por el alto precio de las materias primas, esta fuente de energía todavía tiene un elevado coste de producción. Y la energía nuclear es algo a debate: Australia tiene el 40% de las reservas mundiales de uranio, aunque no lo dedica a la producción de energía, sino que, básicamente, lo exporta.

Fuera de Kioto
El problema es que, hasta hace poco, el Gobierno federal presidido por Jonh Howard parecía bastante escéptico sobre el cambio climático y son algunos de los Estados regionales, sobre todo Victoria, quienes llevaban la batuta. El Ministerio de Medio Ambiente de Victoria, un estado que sufre con frecuencia restricciones de agua, ha elaborado recientemente un pormenorizado informe sobre los efectos del cambio climático para detallar las acciones necesarias para paliar las consecuencias del efecto invernadero en la región. Planes que afectarán a los sectores de agua, electricidad, telecomunicaciones, transporte y edificios. "Nosotros somos más conscientes del problema y, por eso, estamos cooperando con el resto de los estados y el Gobierno federal", dice Jennifer Cane, del citado ministerio.
Lo cierto es que, seguramente por la importancia del asunto y la proximidad de las elecciones, el Gobierno de Howard ha empezado a hacer bandera del cambio climático, aunque con una particular visión. "Es un asunto que nos preocupa desde hace tiempo hemos dicho que queremos cumplir con los objetivos de reducción de emisiones de gases contaminantes. De hecho, lo estamos cumpliendo, pero no creemos que Kioto sea el camino porque está diseñado para países desarrollados, no para economías emergentes. Está cojo y hay que encontrar otra vía", explica Robert Owen-Jones, el negociador internacional de Australia para los asuntos del cambio climático. Australia, que no ha ratificado Kioto, planea introducir un sistema de asignación de gases contaminantes a las industrias y crear un mercado de negociación de esos derechos.
Australia juega a llevar de la mano al resto de economías de Asia-Pacífico que son sus principales socios comerciales, especialmente China, porque castigar a sus industrias con sobrecostes dejaría al país en menor posición competitiva frente a sus vecinos. "Hay que crear un sistema más flexible, un mecanismo que nos permita a todos trabajar conjuntamente, sin castigar el crecimiento económico", añade Owen-Jones, convencido de que ni China ni India van a admitir un sistema de objetivos para recortar los gases contaminantes. Australia es consciente de la paradoja que supone defender el cambio climático, no firmar Kioto, y, al mismo tiempo, ser uno de los mayores productores de carbón del mundo y exportarlo sin complejos a China, el gran contaminante.
Las fuentes renovables apenas representan ahora el 2% de la producción total.
Acciona tiene dos parques eólicos y espera nuevos proyectos para duplicar su capacidad.

Cuando el problema es el agua

Expansión, miércoles 18 de julio de 2007

La grave sequía de los últimos años ha hecho que los australianos sean conscientes de que el líquido elemento es un bien escaso. Además de una gestión más eficiente y nacional, las autoridades quieren impulsar las desaladoras.
"Australia tiene tres grandes problemas. Uno, el agua. Dos, el agua. Y tres, el agua", dice Dimitri Lolas, director de Invest Victoria, el Estado que tiene a Melbourne como capital y uno de los más afectados por las sequías y las restricciones de agua.
En Melbourne, sólo se pueden regar los jardines de la vivienda durante unas horas a la semana. Se utiliza agua reciclada con un sistema tarifario progresivo que penaliza el consumo excesivo.
Si el consumidor se pasa, recibe la visita de los inspectores o, incluso, reducen la presión del agua para que consuma menos.

Desaladoras
Ya hay desaladoras en Sidney y Perth. Melbourne acaba de anunciar un concurso para la construcción de una desaladora al que se presentará Acciona junto con la compañía británica United Utilities.
El proyecto, valorado en 3.100 millones de dólares australianos (1.962 millones de euros), también ha despertado el interés de las españolas Sacyr, Ferrovial y ACS, las francesas Veolia y Suez y la estadounidense GE Water.
La preocupación en Australia por el agua llega a tal extremo que en las carreteras, los letreros luminosos no recuerdan, como en España, que hay que, reducir la velocidad, sino que ahorrar agua es cosa de todos. Incluso, uno de los programas estrella de un canal de pago es un concurso, al estilo de Gran Hermano, en el que varias familias compiten y gana la que consume menos agua. Australia es el continente más seco del mundo: el 70% de la superfice es árida o semiárida y sólo el 6,7% de la tierra es cultivable.
"Hasta hace poco, el Gobierno australiano no tenía una política de agua efectiva porque era una cuestión gestionada por los diferentes Estados y cada uno lo desarrollaba a su manera, con lo que no se llevaba a cabo una distribución efectiva. Ahora, el Gobierno federal ha tomado cartas en el asunto, asumiendo responsabilidades en la gestión del agua, imponiendo una mayor coordinación de los Estados y adoptando un enfoque más realista, más de mercado", explica Phillip Glyde, director ejecutivo de Abare, uno de los think tank más prestigiosos en agricultura, minería y energía.
El presupuesto federal actual contempla inversiones para el Plan Nacional de Agua de 10.000 millones de dólares para los próximos diez años. Victoria es el Estado que tiene más proyectos en marcha, tanto de agua como de infraestructuras.

Retos
"Se ha avanzado mucho, pero queda todavía bastante camino por recorrer", dice Glyde, que apunta como tareas pendientes desarrollar sistemas más eficientes y con criterios de mercado lo que, a la larga, debería acabar derivando en un encarecimiento del agua, sobre todo, para la industria y para el mundo rural. No deja de ser curioso que la agricultura y la ganadería sólo contribuyan al 3% del PIB y, en cambio, concentren el 70% del consumo de agua. Y eso que la grave sequía de los ultimos años forzó una reorganización del sector, eliminando cultivos en áreas que no tenían sentido e introduciendo innovaciones en los sistemas de regadío. "Invertimos mucho dinero en investigación y desarrollo para desarrollar nuevas tecnologías y, ahora, estamos en situación de poder manejar mejor las inclemencias del tiempo y almacenar agua para épocas de sequía", dice Scott Mitchell, director de la Federación Nacional de Agricultores.
Otro problema del agua es que, en algunos Estados, las compañías de agua están privatizadas y no han realizado las inversiones necesarias. Donde no están privatizadas, los gobiernos regionales utilizan el agua como un sistema más de financiación cuando las cuentas públicas se descuadran, pero no ponen precios muy realistas, explican en Abare.
En general, en todo el país hay una gran concienciación del problema del agua. En algunos Estados, cualquier ciudadano puede denunciar a otro si percibe un mal uso -lavar el coche o regar el jardín fuera de los días y horas asignadas- de este bien tan escaso en Australia.
Una situación preocupante
* Australia es el continente más seco del mundo: el 70% es terreno árido o semiárido.
* Melbourne es una de las ciudades que más sufre las restricciones de agua.
* Carteles luminosos en las carreteras recuerdan que ahorrar agua es cosa de todos.
* Es necesaria una mayor coordinación entre el Gobierno y las regiones.

Piscinas en versión española
Astralpool, la empresa de origen catalán del grupo Aquaria, lleva 15 años en Australia, pero no fue hasta la compra de la australiana Hurlcon, hace menos de un año, cuando saltó de forma cualitativa en el mercado (pasó de 3 a 180 empleados). Su nombre se hizo más conocido tras los campeonatos mundiales de natación celebrados el pasado marzo en Melbourne. AstralPool, que se dedica a la concepción, fabricación y distribución de sistemas y componentes para piscinas, es el proveedor oficial de las principales piscinas en los campeonatos mundiales en China, Australia y Reino Unido.
Además de las piscinas públicas y los spa, Astralpool tiene una división específica para las piscinas privada, tendencias a la orden del día en Australia. "Para nosotros, Australia es un asunto estratégico y, claramente, un puerta para saltar a Asia Pacífico, porque, desde aquí, nuestros productos llegan mucho antes a su destino que si vienen de España", explica Irina González, responsable de Astralpool en Australia. El país también es utilizado como puerta para exportar a América, aunque también interesa por sí mismo. "Aunque es un mercado pequeño, los australianos son muy consumistas y, aquí, casi todas las casas tienen piscina.
Tenemos muchas oportunidades", reconoce.

El vino emergente

Expansión, jueves 19 de julio de 2007

Hace años, el vino australiano era un desconocido en los mercados internacionales. Hoy, es el cuarto mayor exportador y el sexto mayor productor. El Reino Unido y Estados Unidos son los principales compradores de este producto.
Australia sido históricamente un gran productor de trigo, cebada, avena, algodón y azúcar. Pero, hasta hace menos de veinte años, nadie se hubiera imaginado que los viñedos podrían crecer también en esas tierras. Hoy, el sector aglutina unas dos mil bodegas, emplea 31.000 personas, produce unos 1.400 millones de litros y factura en torno a 5.500 millones de dólares australianos (3.485 millones de euros), según datos oficiales correspondientes 2006.
Australia es el sexto país en producción mundial de vino y cuarto en ventas internacionales por volumen, pero si se mira por precio, sería el tercero (10,4% del mercado), por delante de España (9,3%).
Los dos líderes indiscutibles son Francia e Italia.

Del boom a la sequía
"En 1995 hubo un boom en la industria del vino en Australia y todo el mundo se puso a plantar viñedos: muchos eran negocios familiares y les costó despegar, aunque no faltaban inversores deseosos de meter su dinero en el sector", recuerda James Sweetapple, director de la bodega familiar e independiente Cargo Road, en la localidad de Orange, cerca de Sidney. Después, a principios de esta década, vinieron varios años de sequía y la producción cayó en picado, llevándose por delante muchos negocios familiares.
"Hubo más de un suicidio en aquellas fechas", recuerda Sweetaple.
Aquellos tremendos años han hecho que las bodegas hayan instalado sistemas de regadíos eficientes para no volver a correr riesgos.
"Yo perdí el 70% de mi producción no voy a pasar nunca más por lo mismo", añade.
Nadie ha olvidado la sequía de esa dura época, que fue aprovechada por algunos grupos extranjeros para adquirir bodegas locales.
Los principales estados productores de vino son South Australia, New South Wales y Victoria, que concentran el 51%, 34% y 12% de la producción total del país, respectivamente. Históricamente, los australianos no se han sentido muy atraídos por el vino.
"Los australianos beben poco vino, sólo 20 litros por cabeza, y, como apenas hay 21 millones de habitantes, no queda más remedio que exportar", explica Sean Shortt, director de márketing y ventas de Wingara, una compañía adquirida en 2001 por Freixenet. El 70% de la producción australiana de vino tiene como destino los mercados internacionales, principalmente Reino Unido (35%), EEUU (29%), Canadá (6%), Alemania (5%) y Nueva Zelanda (4%). Asia no parece todavía un mercado potencial. "Aunque es interesenta, aún no está lo suficientemente desarrollado desde el punto de vista de apreciación del vino", explican los responsables de la bodega Cumulus.
"En Australia, hay muchas clases de vino, pero, de puertas afuera, el país se ha especializado en el consumo moderno, en aquellos que quieren buen vino, pero no son unos grandes conocedores del caldo ni tampoco quieren serlo, mas allá de disfrutarlo y con una etiqueta muy simple que no les exija un gran esfuerzo de descodificación para saber qué clase de vino están bebiendo", añade. Cuando hace quince años los vinos australianos salieron de forma masiva al mercado internacional, hicieron una campaña conjunta, con una sola voz, con una imagen muy sencilla destacando la etiqueta y el mensaje de sol y vino. Sus vinos más vendidos son Chiraz, Chardonnay, Cabernet Sauvignon y Merlot. Sus principales competidores son los vinos de Chile, Sudáfrica y Estados Unidos.
Wingara, la filial de Freixenet en Australia, es una compañía de tamaño medio y tiene dos grandes bodegas en el país, Mildura y Coonawara, que en el lenguaje aborigen quiere decir buen suelo.
De allí, sale su mejor marca, Katnook Estate.

Freixenet
De la producción de Wingara, unos 60 millones de botellas al año, en torno al 60% es vino tinto. Y sus principales mercados exportadores son Reino Unido, Canadá e Irlanda. Wingara también importa de España cava, Cordon Negro y Segura Viudas. El "vino espumoso" como se denomina al cava, es cada vez más demandado en Australia. Lo que chocaría del vino australiano a un consumidor español, además de la acidez de algunas de sus marcas más comerciales, es que en lugar de tapón de corcho utilizan tapón de rosca, algo que en España podría identificarse rápidamente con vino de peor calidad.
En Australia, el tipo de tapón no genera ninguna inquietud y aseguran que la calidad del vino es la misma con uno u otro sistema.
También argumentan que la mala calidad del corcho acaba destruyendo, en términos generales, el 8% del vino embotellado. Además, según sus estadísticas, el 75% del vino que se compra se bebe a las tres horas de haber sido adquirido. Pero parece que nada de eso convence a los consumidores de España, un país en el que los vinos australianos no han logrado hacerse un hueco importante.
Eso sí, a los australianos les asombra que en España, Italia y Francia, las bodegas tengan que seguir estrictas medidas de control para garantizarse la denominación de origen y se preguntan por qué no se deja que sea el mercado el que decida quién produce buen vino y quién no.

Agricultura sin subvenciones
La agricultura, que ocupa unas 120.000 personas en Australia, ha sufrido enormemente en los últimos años con la sequía. Y esta situación ha provocado que haya ido reduciendo su peso en la economía total: hoy, apenas representa el 3% del PIB, pero sigue siendo una de sus principales exportaciones.
De ahí que desde las granjas de Australia se anhele el desmantelamiento de las barreras proteccionistas en el mundo en general y, en Europa, en particular. "Europa quiere alta calidad de los productos y está dispuesta a pagar un premium por ellos y nosotros podemos ofrecerlos", dice Scott Michaell, de la Federación Nacional de Agricultores. Para los australianos, es difícil entender la mentalidad europea de los subsidios agrarios, porque nunca han disfrutado de algo así. De momento, Japón (18%), Estados Unidos, (11%) China (11%) y Asia (18%) son sus principales mercados exportadores. La Unión Europea apenas supone un 9%, pero el país confía en cambiar esas cifras en el futuro. Australia exporta, sobre todo, carne de vacuno, lana de oveja, trigo, algodón, azúcar y productos lácteos. Lo que más sorprende cuando uno visita una plantación o una explotación de ganado vacuno, es el alto grado de tecnología aplicada: cada ternera tiene su historial médico y cuenta de resultados totalmente informatizada.
Los duros años de sequía provocaron suicidios y forzaron una reestructuración en el sector.
Freixenet compró Wingara, que tiene dos bodegas y una de las marcas de más calidad.

Inmigración con cuentagotas

Expansión, viernes 20 de julio de 2007

En una nación construida a base de población foránea, primero europea y, más recientemente asiática, todavía hoy uno de cada cuatro habitantes ha nacido fuera de su territorio. Pero esta tierra nunca ha perdido el control de sus fronteras.
Australia es una historia de inmigración totalmente gestionada.
Siempre ha sido así. La nación, que surgió como tal en 1901 tras siglo y medio de asentamientos europeos, ha vivido varias oleadas de inmigración, primero, en los años cincuenta y sesenta, europea después, en los setenta y ochenta, del Líbano y Vietnam y, más recientemente, en los noventa, de Asia o, más concretamente, China. Todavía hoy, uno de cada cuatro habitantes ha nacido fuera del país y la mitad tiene padre o madre extranjero. No es extraño, por tanto, que el 16% de la población hable en casa un idioma que no es el inglés: sobre todo, italiano, griego, cantonés y árabe. "Mira Melbourne, nuestro alcalde es de origen chino y el premier de Victoria, de procedencia libanesa", dice Dimitri Lolas, director de Invest Victoria. Se dice que Melbourne es la tercera ciudad del mundo con más población griega, después de Atenas y Thessaloniki.
¿De dónde llegan los inmigrantes? La mayoría siguen siendo británicos (14,8%) y neozelandeses (14%), aunque estos últimos años llegan cada vez más de China (9%) e India (4,6%), además de Asia-Pacífico y África.

Fronteras controladas
Australia nunca ha perdido el control de sus fronteras. Eso se percibe claramente en los aeropuertos a la llegada e, incluso, antes de ir, cuando uno tiene que gestionarse un visado electrónico que no deja huella alguna en su pasaporte, pero sí en las bases de datos del departamento de inmigración. Por eso, desde Australia, se observa con mucho asombro la constante llegada de cayucos a las costas españolas. "Creo que España podría aprender del modelo australiano, no sólo en el control, sino en los problemas que se va a encontrar a largo plazo con esa inmigración", comenta Michael Martínez, responsable de Diversitat, una fundación del área de Melbourne que emplea a un centenar de personas y que se dedica a promover la integración de los inmigrantes.
Martínez es de origen español su padre se trasladó a Melbourne desde Navarra en 1954. "Es difícil explicar lo que uno siente cuando es el único chico español en una clase y muchos se burlan.
Es muy difícil preservar tu cultura en otro país", comenta. Ahora, ya no se percibe tanto, pero en los años sesenta y setenta, estaban muy diferenciadas las dos líneas de inmigración: por un lado, los anglosajones y, por otro, el resto de los europeos, italianos, griegos y ciudadanos de países del Este Los llamados workers o trabajadores.
El Gobierno australiano suele abrir sus puertas a poco más de 100.000 inmigrantes netos al año pero, salvo los casos de refugiados y reagrupamiento familiar, el grueso de las entradas (70%) tiene que venir avalado por un contrato de trabajo y, previamente, por una necesidad detectada en el mercado. Se trata, en general, de trabajadores cualificados (ingenieros e nformáticos), aunque también acuden temporeros en tiempos de recogida de la cosecha.
"Necesitamos inmigrantes que quieran hacer determinados trabajos, para poder mantener nuestra calidad de vida en el futuro", añade Martínez, que apunta algunos de los problemas con los que él está lidiando ahora y que pueden ser los desafíos del futuro en España: "La asistencia del Estado de Bienestar se ha recortado mucho y hay que buscar soluciones por otras vías, como las fundaciones".
Además de la asistencia y la formación a los adolescentes que dejan prematuramente los estudios, una de las áreas que ahora más preocupa a Diversitat es el problema de la edad. Esos inmigrantes que llegaron a Australia procedentes de Europa en los años cincuenta y sesenta, ahora se están jubilando y vuelven mentalmente al pasado, a sus orígenes "incluso están olvidando el inglés".
Lo cierto es que, cuando uno visita el barrio español en Sidney o las casas de España, le da la impresión de ver una imagen de la España del pasado, la que tenían esos inmigrantes cuando en los años sesenta se aventuraron a aceptar las ofertas de trabajo que promovía el Gobierno australiano por toda Europa.

La visión de España
El adjetivo spanish no sólo significa español para los australianos.
Lo identifican con latino y, en general, meten ambos conceptos en el mismo saco. Sí, hay nombres y acontecimientos que les ayudan a identificar España, como son los toros o, mejor dicho, los San Fermines, que inmortalizó el escritor estadounidense Ernest Miller Hemingway (1899-1961), y algunos grandes deportistas, -como Fernando Alonso o Álex Crivillé- . Pero, sin saber muy bien por qué, España también se identifica con la sangría. Hay restaurantes españoles, pero pocos, en un mundo dominado por la comida asiática. Tampoco el Gobierno español ha hecho mucho por promover España en Australia. Antes del verano, el secretario de Estado de Comercio y Turismo, Pedro Mejía, acompañó en su viaje a una delegacion española de empresarios. Pero, en la oficina económica de Sidney, no recuerdan cuándo fue la anterior visita de alguien relevante del Gobierno. "Hace falta más apoyo y más recursos, pero me temo que eso tendrá que esperar hasta que haya más empresas españolas operando aquí", explican en la oficina comercial. El cine se está utilizando como gancho para promover España. Rocío García, una madrileña que lleva ocho años en Australia, se encargó el año pasado de organizar un festival de cine español en Melbourne que, bajo el nombre de La Mirada, contó incluso con la participación de Pedro Almodóvar. "El cine, el buen cine, es una estupenda vía para dar a conocer España y nuestra historia".
De aquellas proyecciones, parece que hay una que despertó más pasión entre el público: El capitán Alatriste. Rocío García espera repetir la experiencia el año que viene, pero no sólo en Melbourne, sino también en Sidney y Camberra.
El 16% de la población habla en casa un idioma diferente del inglés
Casi la mitad de los inmigrantes que llegan son cualificados y deben tener ya su contrato de trabajo

Bellezas naturales

Expansión, sábado 21 de julio de 2007

Con un recorrido rápido por algunos de los lugares de visita obligada en el país de los canguros, EXPANSIÓN concluye hoy la serie de siete artículos que ha dedicado a analizar la economía, la industria y las empresas españolas que operan en ese mercado.
Australia es el lugar con el que todos sueñan viajar algún día, según la conocida guía de viajes Lonely Planet. Pero ese sueño no siempre se hace realidad. Sí, está lejos: 24 horas de avión desde Europa. Pero ofrece tal diversidad y contrastes que bien merece una visita. En Australia, se puede esquiar en altas montañas, perderse en un inmenso desierto rojo desahitado, disfrutar de su increíble fauna y sus espectaculares playas tropicales y bucear en la magnífica Gran Barrera de Coral. Los autóctonos recomiendan no viajar menos de un mes, pero tres semanas y una buena selección pueden ser suficiente para hacerse una idea del país.

Canguros
Lo primero que se debe dejar de pensar es que va a ver canguros saltando por las calles y los parques. Se calcula que hay cuarenta millones de canguros, pero salvo que se visite a Camberra -un curioso enclave en medio de la naturaleza- o se viaje por carretera -donde encontrará numerosas señales advirtiendo del peligro de que los canguros salten a la vía- sólo verá estos animales en el zoológico y en los restaurantes especializados. Su carne es sabrosa.
Las arañas y las serpientes pueden ser algo más habituales, sobre todo en el campo, en el desierto o en zonas ajardinadas. Pero, en general, no hay tanto peligro como se puede pensar al leer en Internet sobre Australia. Eso sí, verá animales inesperados porque el 80% de las plantas, mamíferos, reptiles, pájaros y peces que tiene el país son únicos de Australia. No se pueden ver en otro sitio. Como el cariñoso koala o el peligroso cassowary, en peligro de extinción y para el que no existe ni siquiera traducción al español. Por cierto, cuentan que el término canguro procede del lenguaje aborigen, kangaroo, que significa "no entiendo" y eso es lo que los aborígenes dijeron a los primeros europeos cuando les preguntaron cuál era ese animal saltarín.
No se puede ir a Australia sin pasar por Sidney y Melbourne, las dos mayores ciudades, llenas de vida, de joyas arquitectónicas y de cultura y deporte. Camberra, la capital que surgió tras la disputa entre Sidney y Melbourne para ostentar esa condición, no tiene mucho que mostrar más allá del Parlamento.
Pero la inmensidad de Australia requiere viajar -en avión, por supuesto, aunque también se puede hacer algún viaje en tren, preferemente por la costa- por el interior. En el Territorio Norte, el desierto, el interior que deslumbra por su intenso color rojo. Un desierto poblado de plantas y arbustos que buscan con sus raíces el agua escondida en las porosas formaciones rocosas.
Allí, uno duda que Australia sea el continente más seco de la tierra. Pero no de que es el más despoblado. Además de algunas comunidades indígenas -no se pueden visitar libremente- en su zona se puede observar la majestuosidad de dos de sus lugares sagrados, Uluru-Kata Tjuta y Kadadú. Y del desierto, a la costa del sol, a su universo de islas y a la Gran Barrera de Coral: 2.000 kilómetros de corales para bucear y descubrir el increíble mundo de colores y movimiento que hay bajo el agua: peces de todos los colores y tamaños, ostras inmensas y centenarias, tiburones blancos, legendarias tortugas El mundo de Nemo tal y como refleja fielmente la película. Y de ahí, a los bosques tropicales que plagan Queensland. Un recorrido así será suficiente para quedar deslumbrado y con el deseo de querer regresar otra vez.

El dilema de los aborígenes
Su arte se cotiza cada vez más alto, pero sus hábitos, anclados en el pasado, están creando más de un problema al Gobierno de Australia. Ahora, hay un intenso debate después de que salieran a la luz casos de abusos de menores en comunidades aborígenes. El Gobierno ha actuado con dureza, exigiendo una revisión médica a todos los aborígenes menores de 16 años y amenazando con reducir a la mitad la ayuda estatal que recibe cada familia si no se preocupa de que los niños vayan a la escuela. Después de muchos años de mala conciencia por el tratamiento que se dio a los aborígenes tras la llegada de los europeos (murieron de enfermedades, fueron asesinados, trasladados a reservas, encarcelados o separados de sus padres con el objetivo de darles una educación mejor, lo que ha conformado la llamada generación perdida), las autoridades australianas pasaron al otro extremo. Les devolvieron las tierras y les mantienen a base de ayudas económicas que han hecho que muchos aborígenes no tengan ningún aliciente laboral, profesional o personal. Muchos tienen graves problemas con el alcohol y las drogas. Sólo algunas comunidades que han visto en el turismo un filón de oro viven más pegadas a este mundo que al pasado. Hay medio millón de aborígenes en el país.



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